En diálogo con Télam, Marina Lezcano repasó el inolvidable momento en la historia del turf mundial al ser la primera mujer en ganar una Cuádruple Corona, logro que nadie pudo volver a repetir.
Hace 42 años, montada sobre un extraordinario caballo llamado Telescópico, la joqueta Marina Lezcano protagonizaba una hazaña inédita en la historia del turf mundial al ser la primera mujer en ganar una Cuádruple Corona, logro que nadie pudo volver a repetir y que fue el premio a su perserverancia luego de sufrir discriminación de género en el inicio de su carrera hípica.
Con el pupilo del inolvidable entrenador Juan Esteban Bianchi, fallecido en mayo, Lezcano hizo cartón lleno: ganó la Polla de Potrillos, el Gran Premio Jockey Club, el Gran Premio Nacional y finalmente el Gran Premio Carlos Pellegrini en el Hipódromo de Palermo, lo que le dio un pico de popularidad local e internacional.
Desde un valle en ciudad de La Punta, provincia de San Luis, Marina repasó aquel inolvidable momento del año 1978 en diálogo con Télam.
Madre de tres hijos y abuela de un nieto, Lezcano está radicada desde 2009 en la región de Cuyo junto a su marido Hugo Gutiérrez, que es cuidador. Trabaja en la Villa del Hipódromo de La Punta como profesora de jockeys. «Vivo en un lugar hermoso, con aire, árboles y buena gente. De Buenos Aires no extraño nada», afirma.
– Télam: ¿Cómo fueron sus inicios en el turf?
– Marina Lezcano: Mi historia comienza a los 15 años con un rechazo grande. Fui a la escuela de jockeys del Hipódromo de La Plata y el encargado me dijo que no con el dedo índice de su mano derecha: «Usted no, acá es para varones». Me quedé muda y con una enorme tristeza. Así viví la primera diferencia de género en los años setenta.
– T.: ¿Y qué hizo?
– M.L.: Fui a mi casa de Lomas de Zamora, me acosté a dormir y a la mañana siguiene me fui al Hipódromo de San Isidro.
– T.: ¿Y le pasó lo mismo?
– M.L.:No, ahí no, tuve suerte. Me recibieron dos profesores. Uno de ellos Juan Araya y desde el primer momento me ayudaron en todo. Ellos me enseñaron los primeros misterios del turf.
– T.: Lo que cuenta sucedió en el año 1972, en esos días que el país hervía por el ansiado retorno del General Juan Domingo Perón tras 18 años de ausencia. ¿Usted ya había corrido en las famosas cuadreras?
– M.L.:Sí, desde los 12 o 13 años iba a ver o a correr en San Vicente. Ahí aprendí los primeros palotes de esta profesión de jockey.
– T.: ¿En la escuela de San Isidro nunca le faltaron el respeto?
– M.L.:No, la verdad que no. Los chicos de mi curso nunca se pasaron de vivos. Ese año, mi compañera era Isabel Desvard, una buena joqueta, con la cual íbamos a juntas a todos lados. Los hombres, en esos años, eran muy machistas pero a nosotras nos respetaron.
«Los hombres en esos años eran muy machistas pero a nosotras nos respetaron”
– T.: El 15 de diciembre de 1974 debutó en Palermo. ¿Usted tenía conciencia de lo que significaba debutar en ese lugar emblemático siendo una chica de 15 años?
– M.L.:Lo viví como un sueño. Corrí la yegua Sandié Show del cuidador Julio Pena. Entré segunda y Pena me dijo: «ahora, en la próxima carrera, usted va a ganar». Y tuvo razón. El 29 de diciembre de 1974 volví a correr a la misma yegua y gané.
– T.: ¿Y qué sintió?
– M.L.:Fue mi primera emoción grande en el turf. Me di cuenta que empezaba un gran sueño.
– T.: ¿Cuándo se recibió de joqueta?
– M.L.:En el año 1976 y ahí conocí a Juan Esteban Bianchi, un cuidador con el que hice una dupla para la historia.
– T.: ¿Era complicado trabajar con Bianchi?
– M.L.:Era difícil porque don Juan era un hombre que exigía mucho y solía enojarse a cada rato. Era muy exigente. Ese año gané el Gran Premio Nacional con el caballo Serxens. Fue el primer título importante que gané. Bianchi me tenía mucha confianza y siguió dándome buenos caballos.
– T.: Llegamos al año 1978, clave en su vida ¿Qué recuerda?
– M.L.:Que Bianchi me dijo que iba a correr a Telescópico en la Polla de Potrillos. Llegó el día 8 de julio y estaba arriba de Telescópico, un caballo de gran calidad, guapo y con mentalidad ganadora. Un día, en un ensayo, le dije a Bianchi que el misterio era no pegarle, había que correrlo con mucha suavidad. Nunca más le pegué, no volví a darle un fustazo. El caballo era muy inteligente y ganó la Polla de Potrillos por medio cuerpo sobre Botón.
– T.: Esa tarde, tras el triunfo, Bianchi le dijo que lo corriera como usted quería y así fue. ¿Y qué pasó en el Gran Premio Jockey Club y en el Gran Premio Nacional?
– M.L.:En el Jockey Club volvimos a ganarle a Botón por medio cuerpo y en el Nacional le ganamos a Habanico por otro medio cuerpo. El caballo estaba ganando bien, pero sin rendir todo lo que tenía. Todavía no había tocado su techo.
– T.: Que sí alcanzó en el Gran Premio Carlos Pellegrini…
– M.L.:Sí, absolutamente, esa tarde fue una máquina de correr. Ganó por 18 cuerpos sobre Xersens y ese día marcó 3m.07s./2/5 para los 3 mil metros. Fue un espectáculo.
– T.: ¿Cómo asimilió emocionalmente haber ganado las cuatro carreras más importantes en el mismo año?
– M.L.:Lloré muchísimo porque me habían dicho que la cuádruple corona era lo máximo para un jockey. Yo la había logrado y tenía solo 21 años. Todo me parecía mentira.
– T.: Esa conquista fue además una revancha por lo que había dicho el legendario jockey Irineo Leguisamo…
– M.L.:No, aquello fue un hecho menor. Resulta que un día Leguisamo se le acercó a Bianchi y le dijo: «Usted perdone, pero eso de poner mujeres en caballos de jerarquía, no es bueno». Bianchi no le respondió y todo siguió su curso. Tras ganar la Cuádruple Corona, una tarde estaba con Bianchi charlando y se acercó Leguisamo. «Perdonen, yo me equivoqué, sepan disculparme». Me dio un beso y se fue. Tuvo un buen gesto de reconocer su error. Eso fue todo.
– T.: ¿Usted en ese momento era consciente de la fama que había ganado?
– M.L.:No mucho, aunque me daba cuenta que mi nombre estaba bien alto en la historia del turf local e internacional. Los burreros viejos tardaron un tiempo en reconocérmelo. Era como todo, una mujer era algo extraño en el turf. Seguí haciendo mi vida, muy normal porque siempre fui muy sencilla para vivir.
– T.: Con los años tomó la decisión de abandonar Buenos Aires para radicarse en San Luis. ¿Qué extraña?
– M.L.:Nada, acá vivo en paz.